EL COMPROMISO TEATRAL DE JUAN ROCA
(Una conversación con el fundador y director general de Havanafama)
Juan Roca regresa a Bernarda, su versión en clave vanguardista de
La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca. De esta manera, el demiurgo
minucioso, que confiesa ser un “obrero del teatro”, es uno de los culpables de
que Lorca sea el dramaturgo más escenificado en Miami durante la última década.
Y una vez más convierte el reciente estreno en otra ocasión de lujo para
profundizar en su vocación espectacular y sociológica que insiste en indagar en
una misma fábula a la cual reverencia como un mito fundacional.
A la vez, la adaptación de textos dramáticos, la dirección artística, la
ideación de varios de los diseños de sus espectáculos, y la confección de
trajes, escenografías y otros recursos escénicos, lo erigen en un “animal del
teatro”, una especie no tan rara y persistente, cuyo instinto supera crisis y
contingencias. Así es su naturaleza, que no le permite otra forma de existencia
ni otro hábitat. Semejante al zoo politikós (animal político), de
Aristóteles, que no puede existir fuera de su entorno social, el creador de una
agrupación formada en la Ciudad de Los Ángeles en 1985, y cuya labor
ininterrumpida ha consumido cuatro locaciones en Miami desde el año 2000, respondió
mis preguntas en una oficina de su actual sala Havanafama Teatro Íntimo.
Luego, cuando escribía sus palabras grabadas e intentaba componer una
entrevista formal, no lo logré. Me lo impidieron los lazos familiares que me
unen a Juan Roca, el vestíbulo de paredes rojas revestidas con premios y
reconocimientos, neoyorquinos en su mayoría, la premura ante la llegada de los
actores y el inicio del ensayo, sus respuestas, en aquella tarde sombría de
mayo, cargadas de referencias a tantas personas que amo. Así emergió una
conversación personal, emotiva, llena de balbuceos, un diálogo parecido a
nuestras pláticas off the record. Días después, mientras reproducía la conversación
tuve el convencimiento de que habíamos quedado expuestos frente al sentido
artesanal, intelectual, trascendente, privado y público del teatro.
Con la dignidad de unos pantalones cortos y la hidalguía de una camiseta
de trabajo, el director cubanoamericano se dispuso a recibirme, entre faena y
faena, como quien cumple una augusta encomienda, la noble misión de un oficio
milenario.
Juan
Roca en el pasillo hacia la sala
Esta entrevista es para hablar de Bernarda
y de su significación dentro de Havanafama. Me gustaría saber cómo te sientes al
empezar un nuevo proyecto en torno a una obra que ya conoces y que has representado
varias veces.
J.R.: Me siento, bueno… Es que cada vez que hago una puesta en escena
siempre la cambio porque yo si hago lo mismo me aburro. Entonces, cada puesta
que hago de Bernarda, aunque tenga la misma tendencia, por así decirlo (yo
le llamo columna vertebral), siempre le doy otros vericuetos para sentirme más
cómodo en el proceso de creación. Este proceso específicamente me toca
muchísimo porque es un proceso que estoy haciendo en memoria de una de las
personas más importantes para Havanafama, de Roberto Antínoo, uno de los
fundadores de la compañía, uno de sus pilares. Fue algo que yo le prometí. Él
me pidió que hiciera el personaje de Bernarda, y es por lo que estoy
haciendo. Por eso es tan importante esta puesta para mí. Y sí, es bastante
complicado actuar, dirigir y hacer todas las cosas que hago, además de la
producción. Es complicadísimo. Por esa razón, nunca o casi nunca actúo, pero
como es una obra que ya he hecho varias veces tengo un cierto conocimiento y me
es más fácil hacerlo.
Hace muchos años, cuando era un chamaco, Adela Prado me maquillaba de
diferentes cosas, de lo que le daba la gana a ella, y me ponía a recitar versos
de Lorca de Doña Rosita La soltera, y decíamos los dos aquellos versos.
Ese fue el primer encuentro que tuve con Lorca. Después, mi madrina me dijo: “te
voy a llevar al teatro”. Yo no recuerdo que edad tenía. Era muy jovencito, muy
niño. Y fuimos al Guiñol Nacional de Cuba, y ese día estaba cerrado el Guiñol,
y mi madrina, frustrada, me dijo: “¡Ah, bueno, vamos a ver otra cosa, aunque no
es de niños! Vamos a ver otra cosa”. Y fuimos a la sala Thalía que estaba en
los bajos del Habana Libre. Y allí, la obra que estaban poniendo, ¡oh sorpresa!,
era La zapatera prodigiosa, de Lorca. Es decir, mi primer encuentro con
el teatro fue con Lorca. Todo el tiempo. No me llamo lorquiano, pero la obra de
Lorca me gusta mucho, me interesa mucho.
Es impresionante que Lorca esté en los inicios
de tu vocación teatral…
J.R.: Totalmente.
¡En el despertar de tu amor y de tu
conocimiento del teatro…!
J.R.: Totalmente.
Y eso mezclado con las relaciones familiares,
siendo Adela Prado, que hoy es la responsable de maquillaje en tu grupo, quien
te influyera.
J.R.: Absolutamente…
Es decir, que la familia, de una manera casi prodigiosa
te condujo a Lorca y al teatro.
J.R.: Fue Adela Prado… Mi primer encuentro con el teatro lo tengo con
Adela contestándole los textos de Doña Rosita La Soltera, de Lorca,
siendo yo un chamaco, maquillado de payaso… Porque ella me maquillaba y, entonces,
yo actuaba. Me ponía a actuar con ella. Y después mi madrina, como te dije, me
llevaba al teatro. Ese día que estuvo cerrado el Guiñol y vimos La zapatera
prodigiosa, actuaba Gina Cabrera. Quedé enamoradísimo de Gina Cabrera. Me
parecía una “estrellona”. Después había un programa que se llamaba El hada
de la brisa. Tú no te puedes acordar de eso. Ella era quien lo hacía ella.
Y me fascinaba. Pero me fascinaba porque ya la había visto en persona. Fue una
experiencia muy linda. Mi primera experiencia, realmente, cuando choco con el
teatro de Lorca.
Pero no hay antecedentes artísticos, teatrales,
en tu familia. Son antecedentes como espectador, como persona que visita el
teatro. O, ¿tú crees que hay algún antecedente teatral en tu vocación, en la
familia?
J.R.: De niño yo hacía títeres, y por ahí creo que vienen mis pininos
teatrales. Vamos a ponerlo desde ese punto de vista. Mis primeros pasos
estarían en los títeres, donde yo hacía toda la producción con güira. Y mi
abuelo, Juan Roca, era quien hacía los efectos de sonidos…
¡Tu abuelo Juan Roca…!
De pronto había humo y el cogía el tabaco y echaba humo. Y era el humo
de Londres por donde caminaban los títeres. Con el humo del tabaco de Juan Roca…
Jugando contigo…
Sí, jugando conmigo. Yo pienso que ese fue uno de mis primeros
acercamientos a la realización del teatro. Y ya después, como te cuento, cuando
Adela, que es una gran parte de mi familia, entra a estudiar en la Escuela Nacional
de Arte, pues, allí se desarrolla todo esto.
Volviendo al tema de la coincidencia de
responsabilidades en el espectáculo siendo actor y director, ¿qué riesgos te
está provocando dicha situación?
Yo creo que muchísimos, pero los asumo. Los asumo por un compromiso
propio con Roberto. Los asumo y es un riesgo. Y es la razón por la que casi
nunca actúo. A mí me gusta más actuar que dirigir…
¿Ah, sí…?
Por supuesto. Es más rico que de pronto cuando tú hagas
algo la gente te aplauda allá afuera, y no venir a fajarte con los actores
después. O sea, no tiene sentido. Es más rico actuar que dirigir. Mucho más…
Pero, exactamente, lo que tú me preguntabas: el riesgo es complejo. Actuar y
dirigir no es fácil. Porque una cosa es lo que tú crees que estás haciendo y
otra cosa es lo que realmente estás haciendo. Son dos cosas distintas.
Havanafama
ha recibido reconocimientos en Los Ángeles, Miami y Nueva York.
¿Lo habías hecho antes?
Lo había hecho antes por pura necesidad. Y fue cuando hicimos una de las
puestas en escena de Bernarda, por cierto, y el actor que hacía el personaje de
la Poncia no pudo continuar con el proyecto y tuve que asumir yo el personaje.
Y lo hice.
¿Cuándo fue eso?
Creo que eso fue en el 2009, si mal no recuerdo. Y nunca más lo había
hecho. Nunca más había actuado.
También supongo que actuar en una obra que has
hecho varias veces te da ciertas garantías, cierta seguridad…
Bueno sí. Yo creo que sí. Esa es una de las razones por
las cuales me lancé. Porque al conocer la obra tan bien como la conozco, y
conocer muy bien su estructura me lanzo a hacer lo que estoy haciendo. Si
hubiera sido una obra que por primera vez traigo a escena no hubiera podido hacerla.
¿Cuántas versiones recuerdas
haber hecho de Bernarda?
Como cuatro versiones.
¿Y cuál personaje estás interpretando?
El personaje de Bernarda.
El protagónico, además...
J.R.: No. Yo creo que el protagónico es Poncia. Siempre
he pensado eso. Al menos en mi puesta los personas cobran diferentes relieves
que, por ejemplo, Lorca no se los da. Por ejemlo, a la abuela yo le doy un
relieve grande, la introduzco en el proyecto con una locura poética que no la
tiene en la obra original. Considero que uno de los personajes más, por así
decirlo, más sencillo es Bernarda. Y, a la vez, mantener una línea como está
planteado es complicado porque de pronto puede ser monótono el personaje. De
hecho mi hijo mayor, que estudió dirección teatral, me sugirió en una ocasión,
cuando yo estaba haciendo una de las puestas, que por qué no hacía Bernarda
como una marioneta manejada por todos. Y esa idea me pareció genial porque eso
es lo que es Bernarda. Él me dijo: “Hazlo tú”. Y yo le respondí: “No, yo no lo
voy a hacer porque esa es tu idea. Hazlo tú. Me parece fabuloso, pero yo no te
voy a robar la idea”. Hasta un títere, Bernarda podría ser perfectamente.
Porque es uno de los personajes más lineales de la obra. Todo el tiempo está en
la misma cuerda.
¿Qué van a encontrar los
espectadores cuando vengan a ver esta última versión con Juan Roca actuando y
dirigiendo?
J.R.: Bueno, el primer encontronazo que se van a
encontrar las personas que conocen este espacio es que la obra se desarrolla en
el escenario del teatro. Es decir, el lunetario desaparece y toda la obra se
lleva a cabo en el escenario. Creo que esa es una de las cosas que más va a
impactar a la gente.
Igual no te estoy pidiendo que
reveles ningún secreto. Solo que…
J.R.: Creo que esa es una de las cosas más impactantes
de la obra. También está mi concepto en cuanto al vestuario, en cuanto a la
ubicación de la historia y a mi interpretación de la obra que difiere mucho,
probablemente, de lo que Lorca pensó cuando la escribió. Pero, realmente, es mi
intepretación. Y cada persona le va a dar una interpretación diferente. Eso es
lo más importante de esta puesta, que cada persona que venga le va a dar una
interpretación a lo que está viendo, porque no parto del teatro naturalista,
por así decirlo. Y, entonces, pues, se abren ventanas para que la gente se vaya
pensando. Yo creo que si alguien se va pensando sobre qué se quisieron decir
con aquello que vio, allí estará cumplido mi cometido, porque así la gente se
va hablando de la obra y llega a su casa y puede que hasta halla una discusión
con respecto al tema de la obra. Opino que eso es importante.
A la vez, creo que estoy en una posición un poco
difícil, porque, no sé por qué, la gente siempre piensa que el director tiene
que ser el mejor actor.
¡Hmm…!
J.R.: Siempre la gente piensa eso: “¿Va a actuar el
director…? Lo que voy a ver ahí es… ¡mambo!” Y puede que no sea así. (Risas.)
Porque hay directores que no somos tan buenos actores. Bueno, eso es
cuestión ya de interpretación del público. Pero yo creo que la obra es muy
sensorial. Tiene muchas imágenes. Tú sabes que yo juego mucho con las imágenes
en todas mis puestas y eso es una cosa que el público agradece,
definitivamente. Y pienso que esa es una de las cosas que el público va
agradecer en esta puesta.
Ya vamos terminando la entrevista.
Pero no hemos hablado del elenco. En las versiones anteriores que vi de Bernarda
trabajaste solo con hombres. En este caso, ¿introduces alguna variación?
J.R.: No, no. En una ocasión la hice con mujeres,
fíjate.
¡Ah, sí…!
J.R.: Sí. Pero la había hecho antes con hombres.
¿En Miami?
J.R.: En Miami. La primera vez que la hice en Miami la
hice con hombres, y después la hice con mujeres. Pero me parece que al público
no le gustó mucho la versión con mujeres. A mí tampoco. A fin de cuentas, el
público es quien tiene la última palabra. Y en esta oportunidad es con hombres.
Todos los personajes están hechos por hombre a través del hombre. No es el
hombre tratando de ser una mujer, sino el personaje asumido por un hombre con
los conflictos y el contexto social, pero llevado a escena como hombre. Es
decir, no hay impostaciones de voz, evitamos los feminismos en el montaje,
etc.
Una última pregunta. ¿Cuáles
son los proyectos que tiene Havanafama para el resto del año?
J.R.: Terminando Bernarda, retomamos La orgía
dos fines de semana, nada más, porque estamos preparándola para llevarla la
Festival de Teatro de Orlando a finales de junio. Regresando de Orlando, nos
llevamos Calígula y esta versión de Bernarda a Mérida, Yucatán. Y
regresando de México nos vamos a Nueva York con Las chicas de Copacabana.
Y es posible, y esto es un secretico, que me lleve esta versión de Bernarda.
También está el Festival del Monólogo en el mes de julio, que va a correr durante
todo el mes. Esto ocupará hasta el mes de septiembre. Para Octubre tengo la
intención de traer a escena Drácula, la versión que hizo Roberto Antínoo.
Junto al retrato de Roberto Antínoo que preside el lobby
Sería otro homenaje a Roberto.
J.R.: Sería otro homenaje. Estoy tratando en este año
específicamente, en que él partió hacia lugares mejores o desconocidos, exponer
todo lo que él pudo aportarle a la compañía. Y la versión que hizo de Drácula
es muy interesante y quiero poner esta versión
Disculpa la pregunta incómoda.
¿Crees que Roberto Antinoo, que conoce la compañía como tú, se sentirá a gusto
viendo esta versión de Bernarda? ¿Crees que le gustará…?
J.R.: Yo creo que sí…
Yo también lo creo.
J.R.: Él está aquí... Y sé que… Cuando hicimos la
propuesta de traer a Bernarda nuevamente, la hice con el objetivo de
animarlo para que hiciera algo. Él me dijo: “Yo estoy muy débil para hacer
Bernarda. Ya no podría hacer Bernarda, pero quiero que la hagas tú. Me gustaría
verte a ti”. Yo le respondí: “No. Yo voy a ser Poncia que me gusta más, y le
voy a decir a David que haga Bernarda”. Y me dijo: “No. A mí me gustaría que tú
hicieras Bernarda. Me gustaría verte hacer a Bernarda. Y David puede hacer una
Poncia excelente. Y, por si acaso, hago a María Josefa que es un personaje que
yo pudiera hacer”. Roberto disfrutaba mucho cuando yo hacía Poncia… Hay escenas
que me han costado mucho trabajo ensayarlas y montarlas porque fueron tantas
las discusiones que tuve con él que está presente en todo el montaje de la
obra. De hecho, yo como actor he tratado de asumir movimientos suyos, que él le
impregnó al personaje. Estoy tratando de rescatar todos aquellos movimientos
que él le puso. Los estoy tratando de rescatar y ponerlos. E imitarlo para que
de una manera u otra él esté en escena.
En estos años terribles hemos
visto partir lamentablemente a varias figuras importantes de las artes en
general y de las artes escénicas en particular, incluso, gente de aquí, de la
ciudad, del teatro hispano de Miami. Hace poco supimos también de la partida dolorosa
e inesperada de George de la Torre que fue alguien de la familia de Havanafama…
J.R.: Sí. Alguien muy importante para nosotros. George nos
dio mucho apoyo económico y moral. George era una parte intrínseca de nuestra
familia. Nunca estuvo en las tablas pero no solamente la gente que está en las
tablas es la que está apoyando. Cuando digo tablas, me refiero al escenario.
Mucha gente está apoyando y no están en el escenario. Y mucha gente que está en
el escenario no ayuda tanto como la gente que está fuera.
Lo recuerdo también dando
conferencias y participando en los festivales del monólogo.
J.R.: Todo el tiempo. En todos los festivales del monólogo él daba una conferencia. Venía a casi todas las funciones de Havanafama, como Roberto. Casi siempre estaba aquí. Repetía y repetía las obras. Era un gran admirador de mi trabajo escénico y siempre me dijo que su apoyo se debía a que yo no debía dejar de hacer teatro. Entonces tengo, tanto por parte de Roberto como por parte de George, el compromiso de mantener esto hasta que pueda. Hasta donde llegue.