domingo, 8 de marzo de 2020



SINDÉRESIS CULTURAL


La confusión se ha instaurado casi como condición cultural. Ante el desafío, la respuesta tiende a ser el rechazo del fondo de los asuntos guiándose por una reflexión de mínimos, por opiniones incontables que asfixian la verdad y el simple pensamiento, y proponen pactos de temporada, que hay que renovar cada media generación. Mientras tanto, todos inconformes, quedan embelesados con el vaivén de noticias que no son acontecimientos, de estadísticas y encuestas que no son territorios sino mapas o leyendas de mapas. Pero, especialmente, se estimula el anhelo de una pronta y definitiva implosión de la realidad en realidades paralelas, y de la verdad en verdades, semi-verdades, contra-verdades, trozos de la verdad mal combinados bajo la lógica románica de un mundo que se empeña en vivir entre las ruinas de otros tantos mundos anteriores.


Es decir, la sindéresis ha dejado de ser una opción para ser una urgencia si se ha tomado rumbo por los meandros improbables de la crítica a la Edad Moderna, que hoy todavía va de posmoderna. La sindéresis propone la complejidad como método y la simplicidad como objetivo. Necesita del binarismo metafísico del bien y del mal, por ende, de lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto, lo normal y lo no-normal más como categorías del pensamiento, preguntas históricas, que como mónadas eternas e impolutas. ¿Cómo encontrar lo claro y lo oscuro bajo el fanguero, en el medio de la penumbra, en ausencia de certezas? Por sindéresis. Y aunque la respuesta definitiva nunca estará disponible, desde siempre la humanidad ha sabido que el verdadero sentido está en buscar, no encontrar. O mejor, se encuentra justo y solo cuando la búsqueda se ha vuelto incesante y no se ha renunciado al acto sagrado de pensar desde la razón, desde la sensibilidad, desde la espiritualidad.